A finales del siglo XVII, mucho antes de la invención de la fotografía, un científico llamado Fumagalli estaba obsesionado con la idea de la reproducción de las imágenes. A lo largo de sus experimentos descubrió la “tanatografía”, por la cual es posible reproducir en un soporte sensible la última imagen fijada en la retina de una víctima, extrayendo sus globos oculares justo después de su muerte. Sus experimentos justificaron sus crímenes, pero una vez descubierto, Fumagalli fue condenado a muerte y ajusticiado. Sin embargo, esos mismos crímenes y esos mismos rituales parecen repetirse en nuestros días, sembrando el pánico en una escuela internacional de cine...